Un artículo encontrado por Internet que nos cuenta algo que sucedió ya hace tiempo, lo podeis encontrar, junto con otras muchas historias de pueblos de la zona en
esta fantástica página de Tomás Gismera Velasco:
ANCHUELA DEL CAMPO: ENTRE EL GUARDA Y EL TEJERO
Mucho dio que hablar la caza furtiva a lo largo del siglo XX, sobre todo en la primera parte del siglo, y más que nada, cuando las hambrunas asolaron los pueblos.
Pocos fueron los pueblos de la provincia de Guadalajara que escaparon a la dictadura de familias de sonoros apellidos y de guardeses que, a su servicio, se emplearon a fondo para quedar bien con sus señores y dominar, a través del miedo y la carabina, a sus vecinos.
Anchuela del Campo, en el señorío de Molina, vivió uno de aquellos incidentes entre guardés y futivo el 12 de octubre de 1911.
El guarda de monte de la familia Montesoro del que tan sólo conocemos que se llamaba Pedro, sorprendió cazando de forma ilegal al tejero de la localidad Dámaso Cano, apodado Pericocano. Un hombre de algo más de sesenta años, con escasez de recursos y totalmente analfabeto.
Se cuenta que Pericocano se enfrentó al guarda, disparando con una arma que llevaba, aparentemente un revólver, disparando una o dos balas. A los tiros respondió el guarda su carabina haciendo blanco en el viejo.
Pericocano quedó muerto en el campo, hasta que el juzgado de Molina, al que dio parte de lo sucedido el guardés, levantó el cadáver. Los forenses encontraron en su cuerpo seis disparos, uno de carabina y cinco de revólver. Todo hacía suponer que el guarda de los Montesoro, después de herir al viejo tejero, con el propio revólver con el que aquel le había amenazado, lo remató hasta que se terminaron las balas. Los seis disparos afectaban a órganos vitales y fueron consideradas mortales de necesidad.
Los Montesoro lograron que su guardés saliese inmune. Según el jurado que emitió el veredicto, la muerte de Pericocano fue en defensa propia.
Tomás Gismera Velasco.